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Al vivir en un vertedero en las afueras de la ciudad, Pink no tenía familia ni hogar y pasaba sus días buscando comida y refugio mientras esquivaba animales peligrosos y el mal tiempo.
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Un día, un grupo de rescatistas de animales llegó al vertedero y decidió buscar a los animales abandonados, incluida Pink. Finalmente la encontraron gravemente deprimida y enferma y, después de un poco de persuasión, les permitió llevarla a un veterinario para que la examinara.
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Sufría desnutrición, deshidratación y anemia, y parecía que había renunciado a la vida. Los rescatistas la tomaron bajo su cuidado, la cuidaron hasta que recuperó la salud y le dieron una cama cálida, comida nutritiva y mucho amor y atención.
Tomó algún tiempo, pero Pink poco a poco comenzó a sanar y finalmente encontró un hogar amoroso con una familia amable que la adoraba. Se convirtió en un miembro feliz y querido de una familia y sabía que la amaban.