El bebé tiene ojos claros como los ángeles, dos pequeñas esferas que destellan con la pureza y la inocencia propias de los seres celestiales. Su mirada, cristalina y llena de curiosidad, refleja el asombro del mundo que acaba de descubrir. Los ojos, como ventanas al alma, revelan un universo inexplorado y lleno de posibilidades.
En su rostro, la suavidad de la piel contrasta con la luminosidad de esos ojos celestiales, creando un cuadro de ternura y fragilidad. Cada pestañeo parece ser un parpadeo de ángeles, esparciendo destellos de luz en su entorno. La mirada del bebé, inocente y pura, atrae la atención de quienes lo rodean, envolviéndolos en la calidez y la serenidad que emana de su ser.
Estos ojos, como estrellas en el cielo nocturno, iluminan la vida de quienes tienen el privilegio de presenciarlos. A través de ellos, se vislumbra un futuro lleno de posibilidades y descubrimientos, guiados por la luz que emana de esos ojos claros como los ángeles.